México es considerado uno de los países con mayor nivel de estrés en el mundo debido, principalmente, a la concentración poblacional en sus grandes ciudades. Pocos pensamos que las repercusiones de vivir así en la adultez se presentarán en la tercera edad, pudiendo llegar a ser de consideración; ¿qué hacer?
No lo tome como una exageración, pero estadísticas a nivel mundial relacionan directamente al estrés con las seis principales causas de muerte: cáncer, enfermedades cardiovasculares (del corazón) y pulmonares, accidentes, suicidio y cirrosis (las células del hígado mueren poco a poco —sobre todo por exceso de alcohol— y se transforman en tejido fibroso con numerosas cicatrices y nudos, propiciando que el órgano se torne rígido y no realice adecuadamente las más de 500 funciones que le corresponden).
Las cifras que así lo muestran no se ciñen únicamente a los adultos mayores, es cierto, sino a la población en general, pero son ellos quienes menos preparados están para enfrentar los estragos del estrés en esa etapa de la vida.
Antes de continuar, recordemos que la ciencia define al estrés como la respuesta fisiológica involuntaria del organismo que prepara al individuo a reaccionar ante estímulos que ponen en peligro su estabilidad. Fríamente podemos pensar que no se trata de un problema y que, por el contrario, resulta benéfico para el ser humano, ya que es la manera de prepararlo para enfrentar contrariedades.
Sin embargo, vivir constantemente así trae consecuencias a la salud; por ejemplo, el intenso ritmo de vida y la falta de descanso producen nerviosismo y ansiedad, estados emocionales que alteran el ritmo normal del corazón, dificultan la respiración, propician falta de concentración, pérdida de apetito y cabello, y el sistema inmunológico (el que genera defensas ante infecciones) disminuye su eficacia, por lo cual es mayor el riesgo de sufrir enfermedades causadas por virus, bacterias u hongos.
Es importante hacer énfasis en lo anterior, sobre todo al referirnos a los adultos mayores, quienes en forma natural ven reducida la capacidad de su sistema inmune, y si a ello agregamos alteraciones en la estabilidad emocional por el estrés vivido a lo largo de varios años, las consecuencias pueden ser lamentables.
No lo tome como una exageración, pero estadísticas a nivel mundial relacionan directamente al estrés con las seis principales causas de muerte: cáncer, enfermedades cardiovasculares (del corazón) y pulmonares, accidentes, suicidio y cirrosis (las células del hígado mueren poco a poco —sobre todo por exceso de alcohol— y se transforman en tejido fibroso con numerosas cicatrices y nudos, propiciando que el órgano se torne rígido y no realice adecuadamente las más de 500 funciones que le corresponden).
Las cifras que así lo muestran no se ciñen únicamente a los adultos mayores, es cierto, sino a la población en general, pero son ellos quienes menos preparados están para enfrentar los estragos del estrés en esa etapa de la vida.
Antes de continuar, recordemos que la ciencia define al estrés como la respuesta fisiológica involuntaria del organismo que prepara al individuo a reaccionar ante estímulos que ponen en peligro su estabilidad. Fríamente podemos pensar que no se trata de un problema y que, por el contrario, resulta benéfico para el ser humano, ya que es la manera de prepararlo para enfrentar contrariedades.
Sin embargo, vivir constantemente así trae consecuencias a la salud; por ejemplo, el intenso ritmo de vida y la falta de descanso producen nerviosismo y ansiedad, estados emocionales que alteran el ritmo normal del corazón, dificultan la respiración, propician falta de concentración, pérdida de apetito y cabello, y el sistema inmunológico (el que genera defensas ante infecciones) disminuye su eficacia, por lo cual es mayor el riesgo de sufrir enfermedades causadas por virus, bacterias u hongos.
Es importante hacer énfasis en lo anterior, sobre todo al referirnos a los adultos mayores, quienes en forma natural ven reducida la capacidad de su sistema inmune, y si a ello agregamos alteraciones en la estabilidad emocional por el estrés vivido a lo largo de varios años, las consecuencias pueden ser lamentables.
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